Capítulo 5: Despreocupación primaveral y la pesadilla que se aproxima

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Un hanami es indispensable en primavera. Sin embargo, esta vez será un tanto extravagante…

Despreocupación primaveral y la pesadilla que se aproxima

No suele nevar donde vivo y, si ocurre, no aguanta más allá del invierno. Así que cuando llega la primavera no parece que mi ciudad esté renaciendo o algo parecido, simplemente se llena de flores y polen.

De todas las vacaciones, creo que las de primavera son las que mejor sientan. Aquellos que entran en la universidad o consiguen un nuevo empleo dejan a un lado sus identidades y saborean durante un tiempo un estado de libertad. Aquellos que simplemente pasan de curso también consiguen el prestigio de ser de un curso determinado y poder acceder a deberes que se asignan solo por el bien de las apariencias. Es una oportunidad para reiniciar un año que no ha ido del todo bien y prepararse para volverlo a intentar. De eso tratan las vacaciones de primavera. Y, a pesar de todo, se ha convertido en nada más que un periodo en el que los más simples se relajan.

El despertar de la vida en la primavera se ha corrompido por la participación de los falsos «espíritus libres». Además, ¿por qué el año escolar empieza en abril? En muchos países hacen igual y, si bien hay otros en los que empiezan tras unas largas vacaciones de verano, ¿por qué no podemos seguir el calendario y empezar en enero?

De todos modos, no odio las vacaciones de primavera. Yo he alcanzado la verdadera libertad, al contrario que todos esos despreocupados que solo aparecen durante las vacaciones. No pierdo el tiempo estando celosa de otros o enfadándome en nombre del autor cuando alguien insulta algo que me gusta. Mientras todo el mundo participa en estas vacaciones, yo viajo a otro mundo y disfruto la primavera de una forma más tradicional. El Gensokyo nevado que conozco tendrá la primavera más hermosa y llena de vida. O eso pensé, pero lo cierto es que fui recibida de una forma un tanto extraña.

«Entonces, ¿han florecido ya los cerezos del Mundo Exterior?»

«Sí, sí. El invierno ha sido muy frío, pero nada más llegar marzo empezó a hacer calor».

«Qué bien… Me gustaría ir algún día al Mundo Exterior para ver los cerezos».

Marisa Kirisame y Sumireko Usami estaban hablando en el santuario.

«No, créeme. Los hanami del Mundo Exterior no son divertidos. Tan solo son un par de chalados haciendo ruido en un parque público. La verdad es que llamarlo algo tan elegante como hanami es bastante insultante para las flores».

«¿Chalados?»

«Oh, me refiero a la gente. Falsos espíritus libres, podría decirse. Saben perfectamente que la sociedad no les dejaría pasarse el día bebiendo, así que solo saborean la libertad el tiempo que pueden».

«Ah, lo entiendo. Bueno, en realidad no».

«Son libres de las convenciones sociales, por lo que se pasan el día haciendo ruido. Son basura; son horribles».

Sumireko se quejaba, pero por algún motivo parecía feliz.

«Estoy segura de que los hanami en Gensokyo son exquisitos».

«Eh, no sé cómo harán las cosas en el Mundo Exterior pero no creo que sean muy diferentes. Quiero decir, los llamamos hanami pero a nadie le importan las flores. Solo comer y beber. La comida es más importante. Y además hacemos un poco el tonto».

«Oh, eso suena muy parecido al Mundo Exterior…»

Sumireko parecía decepcionada.

«La primavera está tardando en llegar al santuario pero ya lo es en la falda de la montaña. Todavía no estamos cerca de la temporada de los hanami pero si de verdad quieres ver la primavera gensokyana, ¿por qué no vas por ahí?»

 

Poco a poco se empezaba a vislumbrar el camino entre tanta nieve derretida. La primavera había llegado a Kourindou un poco antes que en el santuario.

«Ah, ya no tendré que usar más la estufa».

Rinnosuke Morichika ya estaba echando de menos la excusa para poder encerrarse que el invierno le proporcionaba. Sin embargo, la primavera tampoco es que supusiese un gran cambio. Tan solo necesitaba quedarse dentro de su agradable tienda con un buen libro.

Había llegado a sus manos cierto tipo de novela que era de su agrado. Trataba de un asesinato que podría ocurrir en la vida real, una novela policíaca. Era un tanto difícil de entender porque no estaba familiarizado con las leyes del Mundo Exterior, ni con sus profesiones, estilos de vida o los objetos utilizados pero eso es lo que la hacía tan fantástica.

Lo que le parecía especialmente interesante es que los policías y detectives solían ser retratados fumando un cigarrillo. Esas escenas en las que organizaban sus pensamientos con un cigarrillo bailando perfectamente entre sus labios demostraba cuán difícil era el caso. No sería lo mismo si estuviesen chupando un caramelo.

En Gensokyo existen pipas y Kourindou ha conseguido hacerse con una cachimba pero muy pocos cigarrillos habían llegado hasta allí. Rinnosuke pensaba que era porque eran demasiado desechables como para ser considerados herramientas y lo más probable es que acabasen en la basura.

A pesar de todo, a veces llegaban objetos muy extraños y Kourindou tenía un buen número de cigarrillos auténticos. Técnicamente estaban a la venta, pero su precio era tan alto que no se vendían. Rinnosuke cogió uno y lo encendió con una cerilla.

«Leer una buena novela mientras me pican los ojos por culpa del humo del tabaco. Esto, amigo mío, es un lujo. Es hora de darle la bienvenida a la primavera. Con estilo».

*Cling-cling*

«Bienvenido. Oh, pero si eres tú».

«Hola, hola. Aquí hace un poco de frío, ¿no? Se supone que es primavera pero el suelo todavía tiene nieve».

«La nieve aún sin derretir es otro signo de la primavera. No lo sería si no hubiese».

Sumireko olió el humo que flotaba por la tienda y frunció el ceño.

«Ese olor… ¿estás fumando?»

«Eso es. No venía nadie así que pensé que estaría bien darme un lujo».

Rinnosuke dio una profunda calada. No parecía muy acostumbrado a fumar, puesto que empezó a toser.

«¿En serio? ¿Fumas? Qué asco. Puedes intentar parecer lo más guay que quieras pero fumar hoy en día solo te hace parecer un ignorante».

«¡¿Qu-qué?! ¡¿En serio?! ¿Entonces tú no fumas?»

«Por supuesto que no. Aunque todavía soy menor de edad. Los jóvenes de hoy en día no suele fumar, ni siquiera los delincuentes. Los únicos que fuman son los hombres mayores que no pueden adaptarse a esta sociedad. Y en esta tienda no hay una sección para no fumadores, ¿verdad? Si quieres que lo que vendas no apeste ¿quizás deberías irte fuera? Aunque supongo que con las leyes de hoy en día ya no hay ningún sitio donde se pueda fumar. Ser un fumador pasivo conlleva un montón de peligros, no me sorprende que todo el mundo lo odie».

Rinnosuke estaba atónito. Había conseguido soportar lo desagradable que era el tabaco porque pensaba que parecía guay. Pero ahora una chiquilla había sido bastante directa respecto a ella y no se sentía nada elegante. Dándose cuenta de que Rinnosuke se estaba sintiendo mal, Sumireko intentó arreglar la situación.

«Eh, aunque eso es lo que he leído en internet. La gente que no soporta el tabaco y eso. Buscan cualquier excusa para meterse con los fumadores. A mí la verdad me da igual. Si quieres arruinar tu salud, adelante. Ah, pero supongo que si te pones enfermo supones un problema para el sistema sanitario universal…»

Rinnosuke, abatido, ni siquiera estaba escuchando su terrible intento de suavizar las cosas.

Sintiéndose incómoda, Sumireko abandonó la tienda.

 

No quedaba mucha nieve en la Aldea de los Humanos.

Sumireko reflexionó sobre lo que dijo mientras caminaba por la aldea.

«Ah, mierda. ¿No me habré excedido? ¿De verdad odio tanto fumar?»

El tabaco quizás le molestaba porque le recordaba a todos esos estudiantes de «espíritu libre» de su ciudad que utilizaban el hanami como excusa para montar una fiesta con alcohol y tabaco.

«Rinnosuke no parece menor de edad y además si quiere fumar es cosa suya, que encima es su casa. ¿Por qué echarle la bronca? Incluso me dijo que por aquí los cigarrillos tienen un gran valor. ¿Por qué tuve que arruinarle el día? Ah, ya sé. Esta noche le llevaré cigarrillos como disculpa».

Aunque tampoco sabía dónde comprarlos. Los menores no pueden hacerlo.

«No te preocupes. Los cigarrillos tampoco son para tanto».

Alguien susurraba desde lo más profundo de su corazón.

«Ah, cierto es. Debería olvidarme del tema y tratar de disfrutar de la primavera gensokyana».

 

Y entonces una fuerte voz la detuvo.

«¡¿Qué estás haciendo aquí?! ¡¿No te he dicho que te quedes en el santuario?!»

«Ah, ¿eh? Estabas por aquí, Rei1!

Era la sacerdotisa del Santuario Hakurei, Reimu Hakurei. También está a cargo de vigilar a Sumireko.

«Deberías escucharme cuando te hablo. ¿Quién sabe qué podría haberte pasado?»

«Va, venga. Mari2 me dijo que fuese a explorar y viese la primavera por mí misma».

«Aah… Marisa también estaba en el santuario. ¿No puede estarse calladita? Pero, eh, da igual. Te llevaré de compras conmigo».

«¡Ah, fantástico!»

 

El humo se expandía por Kourindou.

Rinnosuke había fumado demasiado leyendo sus novelas. Al igual que los detectives de las historias, a veces ponía muecas y se frotaba los ojos. No sabía si el humo le picaba o era otra cosa.

«Los humanos del Mundo Exterior se han vuelto un tanto aburridos. ¿De verdad ya no disfrutan de este gustazo?»

Dado su precio, tenía la intención de parar de fumar tras el primero. En su lugar fumó uno tras otro.

«Jajaja, qué día tan fantástico. Quizás acabe en números rojos pero esta tranquilidad vale mucho la pena».

 

«¿Has herido los sentimientos de Rinnosuke?»

Sumireko habló con Reimu del tema tras haber comprado algo de comer.

«Sí. Quizás me haya pasado con el tema de que fume. Quizás… haya implicado que debería morirse ya mismo».

«Ah, entiendo. Quizás no lo parezca, pero Rinnosuke es bastante sensible…»

«Pero me fui sin pedir disculpas así que me gustaría hacer algo».

«Eh, he dicho que es sensible pero creo que no es necesario».

«Pero me siento mal. Por favor, ¿puedes ayudarme? Eres la única a quien puedo recurrir».

«… Eres bastante egoísta, ¿sabías? Pero, está bien, pensaré en algo».

«¡Ah, muchas gracias! ¡Sabía que podía contar contigo!»

Sumireko estaba eufórica y en el fondo a Reimu tampoco le importaba que le pidiesen ayuda.

«Entonces, qué tal si derrochamos un poco el dinero y compramos más comida».

«¿En qué estás pensando?»

«Estaba pensando en un hanami en Kourindou. A Rinnosuke le gusta quedarse en casa y rara vez viene al santuario pero es que nadie odia las fiestas».

«Oh, entiendo».

Sumireko se paró a pensar. Quizás los habitantes de Gensokyo estaban chapados a la antigua y les encantaban el alcohol y el tabaco. Seguramente tuviesen una forma de pensar muy distinta a la de los jóvenes de hoy en día, que prefieren pasarse horas y horas solos en internet y son más felices acumulando información que compartiendo experiencias con los demás.

«Si quieres pedirle perdón a Rinnosuke, ¿qué tal si organizas una fiesta cuya temática sea el Mundo Exterior? Le encantará».

«¿Una fiesta del Mundo Exterior…? Aunque soy menor…»

«¿Menor? ¿A qué te refieres, a ser una niña?»

«Más o menos. Pero lo que quiero decir es que apenas sé sobre alcohol, fumar o las fiestas».

«Mmm, está bien, supongo. Le pediré a alguien que investigue por nosotras. Puedes decir que lo hiciste tú y listo».

«¿En serio? ¡Muchas gracias! ¡Las amigas sois lo mejor!»

«¡Déjalo en mis manos…! Espera, ¿por qué me emociono tanto?»

Reimu ladeó la cabeza. No tenía ni idea de por qué le interesaba tanto colaborar con Sumireko.

 

Un par de días más tarde.

La fiesta empezó en el patio de Kourindou, todavía cubierto de nieve. Los únicos participantes fueron Sumireko, Reimu, Marisa y Rinnosuke.

«Qué fiesta tan… extraña. ¿Así celebráis los hanami en el Mundo Exterior?»

«Oh, claro. Es una especie de fiesta americana llamada «barbacoa». Las veo constantemente».

Había carne y verduras dentro de un gran asador.

«Lo siento por lo del otro día. Me excedí».

«Oh, no te preocupes. Me alegró saber el punto de vista del tabaco en el Mundo Exterior. Pero, oh, esta carne está buenísima».

«¡Me he pasado con el dinero pero he comprado la mejor comida! Esto es lo mejor que puedes conseguir de una estudiante que todavía no es independiente económicamente. Aunque no pude comprar alcohol o cigarrillos…»

«Yo he traído el sake. ¡He traído uno de muy buena calidad en honor a la primavera!»

Reimu estaba de un extraño buen humor. Y eso que todavía no estaba borracha».

«Ooh, viviendo la vida, ¿no? Quizás debería haber traído algo…»

A Marisa le solía quemar el dinero en las manos.

«En ese caso, quizás debería sacar ese sake tan caro. ¡Lo he estado guardando para una ocasión como esta!»

Y justo cuando Rinnosuke estaba a punto de hacerlo…

«¡Genial!«

Sumireko oyó a alguien gritar de alegría dentro de su cabeza.

«No me importarían un par de cigarrillos, ya que estamos».

¿Por qué querría fumar? La voz de su cabeza no tenía ningún sentido, le irritaba.

«Gracias por otro día lleno de lujos, chica de fuera».

«¿Quién eres? ¡¿Quién me está hablando?!»

Sumireko gritó, pero no había nadie cerca.

Reimu, Marisa y Rinnosuke la miraban perplejos.

 

«Eh, venga. No montes un numerito o te cargarás la fiesta. Podrás tener tu dinero de vuelta así que déjales disfrutar».

Sumireko estaba empezando a enervarse. Continuaba buscando a aquella presencia invisible, pero ni idea de dónde estaba.

«Mi nombre es Joon Yorigami, la diosa de la peste que gasta el dinero de todo el mundo. Ahora mismo estás bajo mi posesión perfecta.»

«¿Posesión… perfecta?»

«Sí. Sin complicaciones, digamos que te estoy rondando. Todo el mundo a mi alrededor siempre piensa que serán más felices si gastan dinero. Que hayas comprado toda esta carne tan cara, que la sacerdotisa haya comprado ese sake con el cual no podría ni soñar y que el chico de Kourindou hubiese ido a por ese sake. Todo gracias a mí». 

«No-no puede ser… ¿Una diosa de la peste?»

La conversación era demasiado para ella como para poder seguirla y no estaba segura de si la estaban poseyendo o no. Rinnosuke y los demás estaban disfrutando demasiado de la fiesta como para prestarle atención.

«Ajaja, no te preocupes. Eres una estudiante así que no tienes demasiado por lo que pueda preocuparme. Disfrutaré de esta fiesta y me iré a lo mío. Oh, cierto, ¿y podrías no decirle nada a la sacerdotisa? No sería bueno para nadie».

 

«¿Estás bien? ¡Menos mal que te has despertado! Te desmayaste de golpe, estábamos asustados».

«¿Eh…? ¿Estaba… durmiendo?»

Cuando Sumireko abrió los ojos ya era de noche.

«¡Lo siento! Creo que te confundiste de bebida y tomaste algo de sake. Aunque nunca pensé que tendrías tan poca tolerancia…»

Mientras decía esto, Reimu trajo un poco de agua.

«¿He… bebido sake….?»

Mi memoria estaba borrosa. Pero, ¿no se supone que Gensokyo es un sueño? ¿Qué pasa si me duermo aquí…?

«Bueno, estoy bien. Aunque mis recuerdos están un tanto borrosos. Espera… ¡ya no queda carne!»

La carne se había esfumado mientras Sumireko estaba inconsciente.

«¡Bueno, parece que la habéis disfrutado!»

Rinnosuke y Marisa respiraron aliviados al verla bien.

«No te preocupes, te hemos guardado un poco para que no se quemase. Tú misma nos has traído esta carne tan buena».

Tan buena… sí. ¿Por qué lo haría, con lo cara que es? Quizás he tenido ese sueño tan extraño porque estaba buscando respuestas. O al menos eso pensaba.

 

Ha pasado un tiempo desde que esto ocurrió.

Poco después, en Gensokyo comenzó un incomprensible incidente llamado «Incidente de la Posesión Perfecta».

Ahora que lo pienso, el incidente ya había empezado en aquel entonces. No estuve envuelta en su resolución, pero no lo hizo menos frustrante, pues ya me había gastado todos mis ahorros. Por otro lado, puedo decir que tengo suerte de ser solo una simple estudiante que tiene poco que perder. Con restricciones de este tipo pensé que hasta los dioses de la pestilencia son…. ¿razonables?

Continuará.


Notas de traducción

1 y 2: Sumireko se refiere a Reimu como «Reimu-cchi» y del mismo modo con Marisa («Marisa-cchi»), un apelativo cariñoso.